El Salvador, donde la agroecología repara los daños de monocultivos y pesticidas

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Viaje a El Salvador donde reina la técnica del monocultivo, para comprender las razones que empujan a los agricultores a elegir la agroecología.

salvador es una metrópolis caótica que se encuentra cerca de un volcán aún activo.Visité la capital de El Salvador en octubre de 2022, con la intención de escribir un informe sobre algunos agricultores salvadoreños que han optado por adoptar prácticas agroecológicas.La idea era comprender el por qué de una elección tan virtuosa, en un país donde la lógica del monocultivo reina desde hace décadas.

Luego fui a entrevistar a Pedro Cabeza, observador de la asociación. acafremín, que desde hace años viene realizando campañas de concientización sobre los impactos de los monocultivos en El Salvador.Tan pronto como entré a su oficina, noté un archivo con algunos papeles desorganizados sobre el escritorio.“Es la versión preliminar de un estudio sobre los impactos de los monocultivos de palma aceitera y caña de azúcar”, dice Pedro.Pero antes de entregármelo me advierte que está en revisión y aún no ha sido publicado.Luego se pone a preparar un café y al verme jadear por el calor, enciende un ventilador.

San Salvador, capital de El Salvador © iStock

El Salvador, el estudio que analiza el impacto de los monocultivos en la salud

“Más allá de los impactos ambientales y sociales, tenemos el impacto en la salud.Esto se ha estudiado aquí en El Salvador.En todas las comunidades ubicadas alrededor de monocultivos de caña de azúcar existe una gran incidencia de enfermedad de insuficiencia renal crónica.La gente padece esta enfermedad por la contaminación y las condiciones en las que vive”, explica Pedro.

Hace unos veinte años, unepidemia de enfermedad renal crónica debido a "causas no tradicionales".Se utiliza la definición de causas no tradicionales porque el deterioro de la función renal del que me habla Pedro no está vinculado a los factores de riesgo más comunes de esta enfermedad, como la diabetes, la hipertensión, la obesidad y sobre todo el envejecimiento.Sin embargo, en este caso la mayoría de los afectados están representados por hombres jóvenes, entre 30 y 40 años, que no tienen enfermedades previas particulares y viven en comunidades agrícolas.

La discusión científica sobre las posibles causas aún está abierta, pero de momento las tesis más acreditadas apuntan a que la enfermedad renal es multicausal y deriva del efecto sinérgico de dos o más factores.El primero es el deshidración a los que están sometidos los trabajadores agrícolas, amplificados por condiciones de trabajo brutales y olas de calor cada vez más extremas (El Salvador está ubicado íntegramente en el llamado Corredor Seco, una de las regiones del mundo que más sufre el impacto de la crisis climática por el aumento de la sequía).El segundo factor sugiere que el desencadenante es un agente toxico, es decir pesticidas u otros productos químicos de síntesis utilizado en las plantaciones.

Se desconoce el número exacto de muertes, pero las estimaciones son altas. miles de víctimas.En cualquier caso, se podría subestimar la magnitud real del fenómeno porque muchos pacientes prefieren morir en casa y, por tanto, no estan registrados en los sistemas de vigilancia hospitalaria.En lugares donde la enfermedad es endémica, se cree que las tasas de mortalidad en El Salvador son 10 veces mayor a los de otros países latinoamericanos, e 30 veces mayor a los que normalmente se encuentran en los varones adultos.

La región donde se descubrió la epidemia de enfermedad renal es también una de las zonas con más monocultivos de caña de azúcar:El Bajo Lempa.

Más allá de los impactos ambientales y sociales, tenemos el impacto en la salud.Esto se ha estudiado aquí en El Salvador.En todas las comunidades ubicadas alrededor de monocultivos de caña de azúcar existe una gran incidencia de enfermedad de insuficiencia renal crónica.Las personas padecen esta enfermedad debido a la contaminación y las condiciones en las que viven.

Pedro Cabeza, observador de Acafremin

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Ecosistema de manglares en el Bajo Lempa © Sebastiano Santoro

Viajando por la historia del Bajo Lempa, El Salvador

El Bajo Lempa está ubicado en una fértil llanura costera, a medio camino entre el asfalto de la Carretera Litoral y las aguas bravas del Océano Pacífico.Aquí el río más largo de El Salvador, el Río Lempa, abraza el mar, mezclando sus aguas con las del océano, en una sucesión de ensenadas y sinuosos bosques de manglares alérgicos a las líneas rectas.

La proximidad del océano y del río Lempa provoca que la región se inunde con frecuencia.El pasado 9 de octubre la tormenta tropical Julia sumergió gran parte del Bajo Lempa.Estuve diez días varado en San Salvador porque los caminos para llegar a las comunidades más internas estaban intransitables.En cuanto me dieron el visto bueno tomé el primero. autobús de pollo disponible.Aunque han pasado diez días desde la llegada de Julia, el camino que tomé sigue siendo un desastre de barro.Avanzar significa esquivar los puntos donde el barro está más congelado.De repente me encuentro con un campo completamente inundado donde unas vacas, en lugar de pastar, se ven obligadas a nadar en el agua.

Campos inundados tras la tormenta tropical Julia © Sebastiano Santoro

En el Bajo Lempa en las casas de los agricultores, junto a fotografías de familiares, hay imágenes de Ernesto Che Guevara y Fidel Castro.La mayoría de los habitantes son beneficiarios del Programa de transferencia de tierras (Ptt), un programa gubernamental que en 1992 distribuyó 1.000 kilómetros cuadrados de tierra a ex guerrilleros socialistas.El conflicto armado en El Salvador duró trece años, y se libró entre los revolucionarios del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) y los líderes de la dictadura militar que gobernó el país durante cincuenta años.

Es difícil establecer el inicio de las hostilidades.Algunos toman en consideración convencionalmente la fecha del asesinato de Monseñor Romero, ocurrido a manos de un escuadrón de la muerte en marzo de 1980.Pero la verdad es que toda la década anterior –entre desaparecido y la represión de manifestaciones políticas que provocaron derramamiento de sangre: fue un aprendizaje lento y sangriento de la violencia.Durante más de veinte años, toda una generación de salvadoreños ha sido educada únicamente para hacer la guerra.Cuando terminó la guerra en 1992, reintegrar a estas personas a la vida civil era un problema.

Con el PTT se intentó una solución agrícola. Muchas tierras baldías fueron entregadas a ex guerrilleros, para permitirles cultivarlo y vivir de sus ganancias.Pero considerando todo, a lo largo de los años, muchos decidieron vender la tierra o alquilarla a los ingenios azucareros locales, quienes pagaban unos ingresos míseros, pero al menos fijos.

Caña de azúcar, uso masivo de pesticidas y violaciones a los derechos humanos

Hoy los ingenios azucareros dominan la economía de la región, que se basa en la exportación de una sola planta:allá Caña de azúcar.A pesar de su tamaño muy pequeño, El Salvador es uno de los mayores exportadores de esta planta en el mundo;y el Bajo Lempa, gracias a su clima favorable, es una de las zonas donde hay más monocultivos. La superficie de terreno dedicada a esta hortaliza aumenta año tras año.Según la Asociación de Productores Locales de Azúcar, la agroindustria salvadoreña tiene aproximadamente 800 kilómetros cuadrados sembrados de caña de azúcar.En los últimos años ha habido una aceleración:entre 2006 y 2016 el terreno ocupado por esta planta aumentó de 574 a 800 kilómetros cuadrados, con un crecimiento anual aproximado del 38 por ciento.

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Monocultivos de caña de azúcar en el Bajo Lempa © Sebastiano Santoro

De la mano del consumo de tierra, también ha aumentado el uso de pesticidas y otros productos químicos.el estudio deasociación acafremín muestra que La importación de productos químicos sintéticos a El Salvador se ha triplicado en los últimos veinte años..En 2016, el tema fue objeto de un informe de la Procuradoría para la defensa de los derechos humanos, un importante organismo independiente cuya tarea es vigilar el respeto de los derechos humanos.En el informe podemos leer que "el uso indiscriminado de pesticidas ha generado violaciones a los derechos humanos y efectos negativos sobre la salud humana y el medio ambiente".El informe recomendó a las autoridades respetar los principios de precaución y prevención, a fin de evitar consecuencias de gran impacto.

En el Bajo Lempa, estos principios nunca se han aplicado.Aún hoy una de las técnicas de riego más frecuentes es la fumigación aérea, con pesticidas arrojados indiscriminadamente sobre plantaciones, hogares y cultivos privados.Las condiciones de seguridad son terribles.Un agricultor me reveló que, para soportar el duro trabajo bajo el sol, algunos trabajadores buscan refrigerio vertiéndose sobre ellos el líquido en el que se diluyen herbicidas y pesticidas.Como se observó en un estudio, las condiciones de almacenamiento y venta de estos productos carecen de medidas adecuadas de bioseguridad.

Emmanuel Jarquín Romero, experto en seguridad y salud ocupacional y presidente de la Agencia de Desarrollo y Sanidad Agropecuaria, explica que por razones agronómicas los tres productos más importados en El Salvador son, en orden de importación, 2-4D, paraquat y glifosato.Debido al peligro para la salud humana, el uso de estos tres productos es objeto de un fuerte debate científico en muchos países.Pero el caso es que en El Salvador Se utilizan muchos otros que son declarados ilegales y nocivos..“Hay muchas moléculas prohibidas importadas a lo largo de los siglos”, afirma Jarquin.“Existen regulaciones en el país sobre el uso de agroquímicos, pero hay que ser realistas:el problema es que son alternativas de bajo costo y por eso los agricultores están dispuestos a comprarlas”, dice Jarquín.

Las cifras (y los daños) del cultivo de caña de azúcar en El Salvador

una búsqueda deuniversidad del salvador Afirma que la industria azucarera aporta el 2,8 por ciento del producto interno bruto del país y genera el 4 por ciento de las exportaciones.El sector emplea a 50 mil personas directamente y 200 mil indirectamente (estas cifras se refieren principalmente al período de zafra, o la zafra de la caña de azúcar, que se realiza de noviembre a abril).Pero también es cierto que gran parte de este beneficio se destina exclusivamente a las fábricas de azúcar.La mayor parte de la población del Bajo Lempa se dedica a la agricultura de subsistencia.Para encontrar ingresos alternativos, muchos hombres son contratados como trabajadores temporeros durante la zafra. Más del 50 por ciento de la población vive en la pobreza.Las condiciones de vivienda son precarias, los servicios de salud, junto con el nivel de educación, infraestructura básica, agua potable, sistema de recolección de residuos, comunicaciones y energía;Todo esto está ausente o es de muy mala calidad.

El problema de los monocultivos de caña de azúcar es que no responden a una necesidad social.Por ejemplo a nosotros en la comunidad no nos molesta que cultiven caña de azúcar, esa es su producción, pero cuando llegue el momento de la cosecha deben regar con agua, y no con esos venenos tóxicos.

José Moritz Cruz Pérez, campesino del Bajo Lempa que padece insuficiencia renal crónica

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José Moritz Cruz Pérez muestra los medicamentos que se ve obligado a tomar diariamente debido a una enfermedad renal © Sebastiano Santoro

En el Bajo Lempa el desarrollo de monocultivos ha llevado a que los recursos naturales se consideren ilimitados.Todo esto a costa de transformaciones obvias:la fertilidad del suelo ha ido disminuyendo;la enfermedad renal se propaga con la fuerza de las epidemias;el ecosistema natural de manglares, que sirve de refugio ante las frecuentes crecidas del río Lempa, se está perdiendo;Muchas especies silvestres y acuáticas han perdido su hábitat original y están desapareciendo gradualmente.

La alternativa de la agreoecología 

El primer paso para entender por qué, en el Bajo Lempa, algunos agricultores han optado por adoptar prácticas agroecológicas es preguntarse qué se entiende por este término.A menudo agroecología se ha utilizado como "palabra general", indicando técnicas de cultivo que son muy diferentes entre sí y, en algunos casos, incluso en conflicto.Dar una definición precisa no es fácil.Entonces le pregunté Walter Gomez, ingeniero agrónomo de la asociación Cesta, una de las primeras asociaciones ambientalistas de El Salvador.

“Si analizamos todos los problemas que causan los monocultivos, como la pérdida de biodiversidad, la desecación del suelo, los problemas de salud, los déficits nutricionales, la agroecología en este país es un acto político”, afirma el ingeniero agrónomo.Walter es un hombre corpulento de 50 años, cuando habla sabe hacerte sentir cómodo con un tono de voz tranquilo y tranquilizador.Cesta lleva unos años creando Programas de agroecología en diversas zonas de El Salvador., entonces Walter se mueve a lo largo y ancho con una camioneta con ruedas sucias para agarrarse cursos de formación para los agricultores interesados.Para él es fundamental el intercambio de conocimientos que se da en estos encuentros:“Nos permite convencer a los agricultores de que existe una forma alternativa de hacer agricultura a la que utilizan los monocultivos”.

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Walter Gómez, ingeniero agrónomo de la asociación ambientalista Cesta © Sebastiano Santoro

Walter participa en las reuniones del Comité de Seguridad Alimentaria (CSA) como delegado de América Latina.La CSA es una plataforma internacional vinculada a la FAO donde se comparten buenas prácticas en seguridad alimentaria.Su sede se encuentra en Roma, por eso Walter visita a menudo Italia.“Aún recuerdo que en un bar me cobraron 18 euros por un tiramisú y un capuchino”, sonríe.En 2018 participó en las consultas para la elaboración de una guía de la FAO sobre agroecología.El resultado es un documento en el que se han establecido algunos principios esenciales para hablar de cultivo agroecológico.

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Carlos Molina © Sebastián Santoro

En la autogestión de los ecosistemas naturales los residuos no existen

Uno de los primeros principios es evitar el desperdicio. Carlos Molina es un agricultor que vive en Bajo Lempa, en la comunidad de Puerto nuevo.Es beneficiario del PTT, y en el pequeño huerto que le asignó el gobierno cultiva maíz y frijol.También tiene algunos árboles de mango y algunos animales, principalmente vacas y gallinas.Vende el mango y los productos que obtiene del cultivo a un coyote, es decir, un intermediario que los revende a precios más altos en el mercado.Los coyotes suelen ser personas que tienen una camioneta y pueden conducir por los caminos en mal estado de la zona.Carlos, en cambio, vive sólo de esto:de los productos de su huerta y de sus animales.

A veces llega a su nariz el olor a quemado que proviene de las plantaciones.Los monocultivos de caña de azúcar literalmente rodean su propiedad, y una de las técnicas que utilizan es quema, es decir, hogueras controladas que sirven para eliminar las molestas espinas que hay en el tallo de la planta que los agricultores llaman pica pica, y así facilitar la recogida.Cuando le pregunto a Carlos si también hace fogatas para quemar las hojas de sus árboles de mango, me responde así:

No, no se queman las hojas, al quemarlas se pierde el fertilizante.Dejo que las hojas se pudran en el suelo porque es fertilizante para el árbol.

Carlos Molina, agricultor del Bajo Lempa

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Agricultores quemando plantas de maíz en el Bajo Lempa © Sebastiano Santoro

Los monocultivos persiguen beneficios económicos, por lo que para acelerar la cosecha y reducir la mano de obra utilizan quema.“La cuestión, sin embargo, es que los impactos ambientales son terribles”, explica Walter Gómez.Entre las diversas consecuencias, las hogueras liberan dióxido de carbono a la atmósfera, secan el suelo y reducen la biodiversidad.Las llamas pueden resultar mortales para los numerosos animales salvajes que encuentran refugio entre los altos tallos de la planta.Y luego son "la principal causa de los incendios que afectan a las reservas forestales cercanas a las plantaciones", comenta el ingeniero agrónomo de Cesta.

El desperdicio es un concepto humano. En la autogestión de los ecosistemas naturales, sin embargo, los residuos no existen:todo sirve para algo.Esto es lo que Carlos intenta decir cuando me explica por qué decidió no quemar ningún residuo de cosecha.Dejar que las hojas de mango reposen en el suelo crea fertilizante orgánico. De hecho, las hojas liberan nutrientes para el árbol., como fósforo y potasio.La cobertura natural también puede reducir la erosión del suelo y también es útil durante períodos de fuertes lluvias, ya que retiene el agua y permite una mejor evapotranspiración del suelo.

La gente piensa que es más fácil usar un químico, quemar los residuos de la cosecha, luego plantar nuevas semillas y listo, ya no hay necesidad de trabajo físico con un machete.Aquí es exactamente donde se perdió el control.Cuando yo era niño sólo se utilizaban prácticas orgánicas.Recuerdo que tenía unos ocho o diez años cuando comenzó la llamada revolución verde.Primero se utilizaron productos orgánicos, luego con esto se empezaron a utilizar productos químicos sintéticos, fertilizantes, herbicidas, fungicidas.

Carlos Molina, agricultor del Bajo Lempa

El rey de los fertilizantes

A pocos kilómetros de la finca de Carlos, vive Juan Luis Avilés Moreno.También es beneficiario del PTT, se mudó al Bajo Lempa en 1991.Cuatro años después, en 1995, empezó a trabajar con productos orgánicos.Es uno de los primeros agricultores de la zona que se pasó a la agroecología.

Cuando dejé la guerrilla participé en un programa llamado “transferencia de tecnología”, y de ahí entré al proceso de agricultura orgánica.Me motivó saber lo que nos dijeron nuestros entrenadores:con agua y mierda no hay cosecha que se pierda.

Juan Luis Avilés Moreno, agricultor del Bajo Lempa

Otro principio de la agroecología para la FAO es la diversificación.En sus 17 mil metros cuadrados de campo, Juan Luis nunca cultiva la misma verdura durante dos años seguidos.Rotar y reservar la tierra son reglas fundamentales.Además del uso del pase verde, es decir, el cultivo de plantas de soporte, como las leguminosas, útiles para proteger el suelo y recuperar su fertilidad.Las plantas de frijol, por ejemplo, añaden nitrógeno al suelo.

No lejos de los frijoles veo un pantano enorme.Los daños económicos causados ​​por la tormenta Julia ascienden a unos cinco mil dólares, me dice.Con el agua también aumentan los mosquitos, y mientras charlamos un reguero de insectos me persigue zumbando entre mis piernas.Juan Luis se ríe de que es mi sangre fresca la que los atrae.Así que nos vemos obligados a trasladarnos al interior, hacia su casa.Tras tomar un pequeño camino embarrado, pasamos junto a un gran montículo oscuro cubierto por una lona de plástico.Le pregunto qué es y Juan Luis responde:"Él es mi bokashi".

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Bokashi de Juan Luis Avilés Moreno © Sebastiano Santoro

El bokashi es probablemente el fertilizante orgánico más popular en El Salvador.Sirve para aportar los nutrientes que el suelo necesita, pero también tiene una función regenerativa al mejorar la capacidad del suelo para absorber agua.Se obtiene mediante la fermentación de algunos ingredientes, no existe una receta fija:son los productos locales disponibles para cada agricultor los que determinan cómo producirlos, y esto los hace accesibles a muchos.Se puede preparar en unos quince días, y tiene un coste bastante reducido:unos 12 dólares por quintal de producto.En el Bajo Lempa, donde la ganadería está muy extendida, el bokashi se elabora a menudo mezclando estiércol de vaca con gallinaza (es decir, estiércol de pollo), añadiendo luego carbón vegetal (que es como una esponja que filtra gradualmente los nutrientes para el suelo), agua y cáscaras de arroz. (que absorben la humedad y facilitan la aireación de la mezcla).Juan Luis me advierte que durante la fermentación es importante controlar una serie de factores, como la temperatura, el pH, la humedad y la aireación de la mezcla.

Con la agricultura orgánica, el suelo se fertiliza y luego el suelo ofrece a la planta lo que necesita.En cambio, en el caso de los productos químicos, se fertiliza el cultivo.
Juan Luis Avilés Moreno, agricultor del Bajo Lempa

Juan Luis acumula casi treinta años de experiencia en la preparación de bokashi.Poco antes de conocernos estuvo en un evento realizado en Estados Unidos, donde habló de cómo prepara su abono orgánico.“No recuerdo cuántos países visité.He estado en Francia, Holanda, Reino Unido, Brasil, Bolivia.Participé en cursos de capacitación y di lecciones”, dice.“Voy a hablar de mis fertilizantes y de cómo los produzco.Básicamente voy a hablar de mi experiencia.Yo no invento nada”, asiente.

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Juan Luis Avilés Moreno muestra un abono orgánico © Sebastiano Santoro

Una cuestión de emancipación

Un paisaje verde pasa desde la ventanilla del coche.Los árboles de mango se alternan con cedros y altos ceibes.La camioneta sube por un camino asfaltado.Me dirijo con Walter a Santa Cruz Michapa, un municipio a 35 kilómetros de San Salvador.Llegamos sobre las diez de la mañana en un día laborable.Las calles están vacías, no hay nadie en el parque central.A Santa Cruz Michapa lo apodaron municipio dormitorio porque muchos de sus habitantes son viajeros que viajan aproximadamente una hora en autobús al día para ir a trabajar a San Salvador.Los que no trabajan en la capital viven de su ingenio o, si quieren, trabajan en el campo.Estamos aquí porque Walter quiere presentarme a las Guardianas de la semilla criolla, un colectivo de 15 mujeres que trabajan con agroecología.

Entramos al patio de una casa.El suelo es de tierra, el techo es de chapa ondulada.Las mazorcas de maíz están dispuestas al azar sobre una mesa.A mi alrededor, sentadas en círculo, hay cuatro mujeres.“Durante la pandemia no nos dejaron salir, y muchas veces los que iban a comprar frutas y verduras a Tiendona (el mercado más grande de San Salvador) regresaban infectados con Covid”, dice Iris Ivete Santos.

Iris tiene 44 años y está divorciada desde hace 6 años.Está criando sola a una niña de 14 años, a otra de 22 y a un chico de 24, que por suerte ya tiene trabajo.Ella es la que habla.Habla de cómo pasarse a la agroecología significó evitar contagios y, al mismo tiempo, tener alimentos para alimentar a sus familias.“Entendimos que durante un evento como la pandemia no es lo mismo tener que salir a comprar alimentos y producirlos uno mismo en tu propio huerto”.

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Guardianes de la semilla criolla, de izquierda a derecha Magna Quevedo, Iris Ivete Santos, Santos Paulina López, Ana Gladys Martinez © Sebastiano Santoro

Iris explica que la transición a la agroecología se produjo, además de la pandemia, también gracias a un encuentro fortuito.Fue en 2020, durante un curso de formación de Cesta, que las mujeres del colectivo conocieron a Walter Goméz.A partir de ese momento se materializó la idea de tener tu propio huerto y cultivarlo con productos orgánicos.Ana Gladys Martínez, otra integrante del colectivo, ya tenía varios años de experiencia con fertilizantes y herbicidas orgánicos, y junto a los agrónomos de Cesta apoyó a las demás mujeres en el proceso de transición.Actualmente, más allá de los jardines individuales de cada guardián, el colectivo también gestiona terrenos municipales de 7 mil metros cuadrados mediante prácticas agroecológicas.

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Ana Gladys muestra sus plantas de maíz © Sebastiano Santoro

La transformación a orgánico se produjo gradualmente.Si en un terreno siempre se han utilizado productos químicos, la transición a los agroecológicos no puede ser brusca.Se necesita tiempo para acostumbrarse al suelo.Al principio se pueden mezclar fertilizantes químicos con orgánicos, luego poco a poco se puede ir reduciendo la cantidad del químico, y al cabo de unos años se puede eliminar por completo.A diferencia de los químicos, los fertilizantes orgánicos como el bokashi y la gallinaza tardan más en actuar.Pero a largo plazo los beneficios son claros.

La tierra ya está cambiando de color, porque le estamos dando el tratamiento de nutrición del suelo, le estamos poniendo abono orgánico, el bokashi.Realmente vemos que la consistencia del suelo y del suelo está cambiando.

Ana Gladys Martínez

Cuando les pregunto por qué obtuvieron su nombre, responden que deriva de una intención específica.“Guardián de la semilla criolla porque queremos recuperar las semillas y técnicas de cultivo que utilizaban nuestros antepasados”.Otra regla fundamental de la agroecología es elegir la variedad de semilla que mejor se adapta a las condiciones climáticas.Elegir la semilla adecuada ofrece un mayor rendimiento que las variedades no seleccionadas, ya que puede mejorar la resistencia de la planta a enfermedades y condiciones climáticas adversas.

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Etiqueta país semillas criollas Cesta © Sebastiano Santoro

No sólo el sustento, el objetivo de los Guardianes es convertir la producción orgánica en una fuente de ingresos.Por ello, cada mes, en el parque central de Santa Cruz Michapa, se organizan ferias donde los integrantes del colectivo venden sus productos.También es una forma de dar a conocer los métodos agroecológicos utilizados para cultivar alimentos.

Buscamos la independencia económica de las mujeres.Soñamos con un día en el que podamos tener más mercado.El colectivo quiere producir en grande.De esta manera, al obtener más dinero por la venta de productos, podremos ser más independientes, porque muchas de nosotras somos madres solteras, o que tenemos pareja pero que igualmente no llegan a fin de mes.

Iris Ivete Santos

Santos Paulina López y Magna Quevedo muestran las plantas producidas en el huerto comunitario de los Guardianes de la Semilla Criolla © Sebastiano Santoro

Me despido de los Guardianes y me subo al auto con Walter.Me parece haber entendido que la agroecología en El Salvador significa muchas cosas:evitar desperdicios, diversificar cultivos, intercambiar conocimientos de manera horizontal.Pero también es una forma de adaptarse al contexto local de vez en cuando, fortalecer los vínculos comunitarios, ofrecer espacios de autonomía a los pequeños productores y permitirles adaptarse a las crisis, sean grandes o pequeñas.Pero lo que muchos agricultores querían decirme es que, con la agroecología, la relación con el medio ambiente también está cambiando:Los recursos naturales no son algo que pueda explotarse sólo para obtener ganancias, sino un comportamiento que debe entenderse y con el cual negociar beneficios mutuos.Detrás de la elección agroecológica hay un universo de significados que va mucho más allá de la mera razón económica.“Considero la agroecología como una forma de vida”, confiesa Walter mientras toma la Carretera Panamericana hacia San Salvador.Y tal vez tenga razón.

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